viernes, 7 de mayo de 2010

Busqueda de gloria.

El muchacho en cuestion, estaba fumando un cigarrillo, no molestaba a nadie. Se decide que solo saldria de su casa si le agarran ganas de llegar a La Gloria. Como definiria él La Gloria?. Con tener en sus manos una gran y aceitosa pizza al molde. Le bastó con pensarlo 2 veces. Se dispuso a salir pero se encontró con un problema, no recordaba donde habia dejado las llaves. Comienza a buscarlas, por cierto, camina como medio borracho. Sale humo de su cabeza. Hasta que por fin toma con sus manos las cuatro llaves unidas por un llavero plateado, y se sintió mas cerca de su destino.

Sale por la puerta de entrada a su departamento, prende la luz del pasillo y agarra la primer llave la mete en la cerradura y la luz temporal se apaga. Dice unas malas palabras mirando al techo y en voz baja para no molestar a los vecinos. Por fin cierra la puerta y se dirige al ascensor. Son dos, siempre usa uno para bajar y otro para subir, esas manías que uno se inventa cuando esta aburrido. Llama al ascensor para bajar a platnta baja y espera. Vive en el octavo, el utlimo piso, y esta acostumbrado a esperar alrededor de treinta y cinco segundos. Baja sin estaciones en los otros pisos. Se dirige con su tambaleante caminar a la puerta del edificio, mete la inconfundible llave de la entrada a su reino y bajo un frio otoñal, siente en su cara una temperatura de unos 8 grados, comienza el trayecto hacia la pizzería.

Atras de él hay dos muchachos que hablan muy por lo bajo y tienen una imagen parecida a los dandies de los años sesenta.

Una mujer con su perrito chiquitito, para que sirven esas cosas diminutas?. Se siente bien, pero todavia no habia alcanzado La Gloria. Pasan dos cuadras sin que algo nuevo o delirante le llame la atencion. Entra en la pizzería y observa que el señor que hace la pizza esta tratando de abrir un paquete de algo parecido al membrillo. Ni se dio cuenta de que él habia entrado. Hasta que decidió decir un suave: Hola!. El señor que hace la pizza levanta su mirada y muy entusiastamente, le dice: Hooola!, que te doy?. Piensa que aunque es una pregunta estupida, la conteastaría igual. Una grande de muzzarella al molde, bien aceitoza, con muchas aceitunas. Y se quedo ahi, sentado en una silla de patas larga, con el codo apyado en el mostrador y su mano sosteniendo su cabeza. Mirando la nada. Esperando alcanzar La Gloria.

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