domingo, 9 de marzo de 2008

Hoy 3 de abril

La vi. Hoy 3 de abril. Nose como fue posible. La vi. Estaba parada derechita esperando el colectivo, con su pelo negro lacio, sus ojos claros como el cielo, su cara redonda, su pañuelo rojo en el cuello, como la ultima vez que la había visto; esa vez que me rompió el corazón al decirme que ya no estaríamos juntos. Me miró y me sonrió. Me pregunto como es posible. Alzó su mano, paró el colectivo y se volvió a ir. Era ella, de eso estoy seguro. Inconfundible su postura, su forma de moverse, de cortar el viento, su boca, su pelo negro de vuelta, todo, era ella, inconfundible.
Me fui, con la cabeza a gachas, sin rumbo, pensando en como era posible que la haya visto, recordando todo lo que me había dicho, si era verdad. Recordando como mi corazón se rompió en mil pedazos y hasta el día de hoy no sana y todos los días y todas las noches una gota de llanto que sale de mis ojos conmemora su partida, esa partida abrupta de un momento a otro, en ese momento en que todo era color de rosa, como dicen…
Todavía recuerdo la primera vez que la ví, como si hubiese sido hace cinco minutos. Ella sentada en el bar con sus amigas, tomando una cerveza helada ese dia de verano caluroso, riéndose a carcajadas, tocándose el pelo. Yo entré con Miguel y el Flaco, cruce una mirada y sentí que no me respondió a la búsqueda… si, esa búsqueda… pero con el correr de los minutos fue ella quien me empezó a buscar; era un final que nosotros ya lo conocíamos; ella me buscaría con sus ojos inmensos y yo quedaría encandilado, le iría a hablar, ella me respondería cordialmente y así empezaría nuestra historia para siempre. Cuando uno habla de una historia para siempre no significa que ese siempre sea el ideal, en el que toda la vida la compartiríamos juntos, no, todo lo contrario; solo un tiempo jugaríamos a ser los mas enamorados de todo Buenos Aires. Que lindo juego. En fin, tuvimos una relación hermosa que duro poco, porque su destino le tenia preparado al mío un giro de 180º que no me lo esperaba. De un momento a otro todo lo que mi cabeza había planeado para nuestro futuro, se derrumbó, no encontró la forma de materializarse, de llevarse a cabo. Me pidió que la acompañe a dar una vuelta a la plaza; la notaba rara desde el momento que nos saludamos, no entendía bien porque. Nos sentamos en un banco uno frente al otro. Me miró, luego bajo esa mirada al suelo y empezó a llorar. Si pensé que sus ojos eran los mas claros que podían existir… estaba en lo cierto, pero sus lagrimas potenciaban ese celeste cielo y lo llevaban a su máxima belleza. Entre el llanto y las “no ganas” de hablarme del tema que quería proponer (o seria mejor utilizar la palabra imponer) mi impaciencia y mi desconcierto aumentaban en grandes cantidades, pero debe ser porque a esa altura ya me imaginaba que era lo que me iba a decir… se me hizo un nudo en el pecho y ese fue el momento en que el corazón se me empezó a romper, pero no explosivamente, sino que los pedazos de él se iban cayendo como los pétalos de una rosa marchita. Me dijo, un poco mas tranquila, que ya no podíamos estar juntos, él se lo impedía, no le permitía que estemos juntos. Yo no supe que hacer, no pude manejar la situación, no me quedaba mas que resignarme. Y lo hice. Ella me regalo su pañuelo rojo para que siempre la recuerde. Y se fue. Nunca mas la vi. Hasta el día de hoy.
Pasaron 5 años de aquel episodio. De aquel amor. La herida todavía no cierra, no cicatriza, duele…
Me sigo preguntando como es posible que la haya visto hoy, que me haya sonreído y que se haya marchado nuevamente. No es posible!. Ella falleció a la semana de haber charlado conmigo. Esa enfermedad irreversible. La que no la dejó sufrir y se la llevó una mañana de abril. Una semana después de haber tenido ESA charla… la que me dejó en el limbo, la que me partió el alma…
Habrá venido a despedirse? Un ultimo Adiós? O Habrá vuelto para romperme el corazón nuevamente al irse? En una semana lloraré el quinto aniversario de su partida. Y ahora que hago cuentas; hoy se cumplen 5 años de su despedida. No lo sé, pero me pregunto como es posible que tenga en su cuello todavía el pañuelo que tengo en mi mano.
Por: Jonathan Deus

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