viernes, 21 de marzo de 2008

Al atardecer

Al atardecer. Ahí es cuando comienza mi debacle, cuando saco lo peor de mi, cuando nadie me reconoce y vago solo, o no tan solo, por las calles de Flores. Al atardecer se rompe todo dentro de mi cabeza; él siempre me acompaña. Pero ayer fue un día especial… me di cuenta de lo que realmente era, lo que la naturaleza, el ser humano y yo mismo habíamos creado.
Él me habla, yo no entiendo, me lo explica de vuelta y me complico mas. Antes no solía ocurrirme esto, pero desde aquel entonces ya nada es igual; resultaría redundante y de mas esta decir, que todo cambió. Mis noches se convirtieron en martirios, escucho gritos que retumban con un eco impresionante en algún lado (en mi cabeza?) y solo la complicidad y la lastima de él hacen de este calvario, un infierno menos insoportable, enfrían un poco los fuegos que hay en él (o lo calientan aún mas?). Nose, solo puedo reaccionar cuando amanece. Parezco un vampiro sediento de sangre, una deforme aberración de lo que una vez supe ser.
Muchas veces me propuse cambiar la manera de vida, que desde hace ya un largo tiempo vengo llevando (la llevo o me lleva ella a mi?). Basta de preguntas de las cuales no tengo respuesta o me va a costar conseguirlas. Hace mucho tiempo que me tomo todo a la ligera y no podría preocuparme por cuestiones sin sentido (o en verdad lo tienen pero yo se los quito?). Basta! Basta! Basta!. Es suficiente. Comienza a caer el sol y yo empiezo a caer con él.
Me prometo a mi mismo, que esta es mi última noche, como tantas otras. Pero esta, esta es LA noche. La noche en que se acaba todo de una buena vez; seguido de la mañana en la que cambia nuevamente mi vida. Los pecados van a ser pagados a partir de mañana, las consecuencias aceptadas.
Me dispongo a salir. Lo pienso una, dos, tres, cuatro, hasta cinco veces. Pongo un pie fuera del departamento roñoso en el que vivo hace cuatro años. Me doy cuenta de que olvido mi billetera. Cuando recuerdo donde la deje la última vez que la utilicé, voy hacia la mesita de luz al lado de mi cama desecha, y veo esa foto, la foto de mis queridos viejos, quienes dieron todo por mi y me educaron a imagen y semejanza. Lastima que no supe aprender. Me siento en la cama y la miro fijamente. Una lágrima recorre mi mejilla y pido perdón mirando hacia el techo (a quien le pido perdón realmente?). Perdón por ser esa aberrante cosa que deambula por las noches de Flores. La puerta sigue a medio abrir, el viento la hace chirriar y ese ruido me hace doler la cabeza. Me paro y la cierro. Me vuelvo a sentar. Dejo la foto. Me levanto y voy a la cocina por un vaso con agua (tengo que limpiar este maldito departamento). Me doy cuenta que no llene la botella de agua y me sirvo de la canilla. La bebo de un solo sorbo y vuelvo a mi dormitorio. A acostarme, no a dormir.
Antes de intentar desesperadamente dormirme miro al techo nuevamente, y luego de ya incontables noches, por primera vez, me quedo en la soledad de mi habitación. Pienso que no habrá ultima noche, nunca me voy a poder despedir (es necesario?). Ya no importa, sé muy bien lo que quiero de ahora en más.
Me duele la cabeza, tal vez porque extraño su compañía. Está tan a mi mano que con solo estirarme lo alcanzaría, alcanzaría la gloria una noche mas, esa gloria tan efímera que me hace invencible por las noches. Rubias, morochas, rosadas (pensé rosadas o coloradas?), me da igual… seria invencible… pero no; no es lo que deseo. Deseo ser tan mortal como todos. Tan insuficiente como todos. Los viejos me enseñaron y me mostraron el buen camino, el que hay que seguir (en que momento me desvié?).
Cierro los ojos, respiro profundo y digo en un susurro: Suficiente. Pero para mis adentros pienso: Muchas gracias.

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